jueves, 23 de abril de 2009

Una diferencia más



Don't get lost in heaven
They got locks on the gate
Don't go over the edge
You'll make a big mistake

--Don't get lost in heaven, de Gorillaz


Creo haber descubierto el eslabón perdido.

Un buen profesor de filosofía cuyo curso llevé hace dos años inició la primera clase con una anécdota que no recuerdo, pero el mensaje que quería transmitir todavía sigue fresco, especialmente porque lo había escuchado anteriormente durante mis años colegiales. Imagino que presté más atención la segunda vez porque la explicación llegaba en el momento preciso, como muchas cosas en mi vida.

Lo que concluyó fue que las personas ya no se maravillan con el mundo, que todo lo toman por sentado. Mencionó una frase dicha por un filósofo famoso que me gustaría repetir aquí, pero odio momentos como estos en los que olvido los detalles en favor de la perspectiva general, así que por falta de memoria no podré. Básicamente, explicó que los humanos se han conformado con lo que hay, que su mente, conforme van creciendo, se va adaptando a la realidad (o lo que ellos toman por real) y separan la fantasía de lo que realmente es. En otras palabras, a lo bruto, maduran. El niño puede ver a un perro volar y lo tomará como cierto, como verdadero, como normal, mientras que el adulto lo verá como irreal, imposible, debido a su experiencia en el mundo y al conocimiento que posee de que no existe tal cosa.

Ejemplos similares al perro volador los hay en grandísimas cantidades, pero también existen excepciones. Creer en fantasmas o en el espíritu de los muertos es uno particular que me ayudará a hacer el salto hacia un punto particular: la creencia hacia cosas que uno piensa haber visto o que nunca lo ha hecho. Y, de repente ya exagerando un poco pero mencionándolo como punto por desarrollar, la religión, la creencia seres supremos y el dogma que debe seguirse. Entonces, ¿dónde está la inmadurez en pensar que algo es verdadero sin tener que haberlo visto?

En esencia, el niño que considera real al perro volador es igual al hombre que cree en fantasmas. Que el mundo nos diga lo contrario, ya sea por estudios científicos o propia experiencia, no significa que debamos dejarnos llevar así de fácil. Tampoco es sensato pensar que absolutamente todo es posible, pero el punto es defender las propias creencias más allá de que otros no tengan la misma visión que uno y que traten de juzgarlas a partir de lo que consideran real.

Cada día me asombro con el mundo y, específicamente, con la humanidad, y no siempre de manera positiva. Trato de no dar las cosas por sentado, trato de verlas no solo como son sino de manera que me hagan pensar diferente y que me ayuden a descifrar los tantos enigmas que la vida tiene y que las personas intentan sacarnos de la cabeza por pensarlos imposibles. Es un tema que todavía me causa dificultad en explicar, pero este es el eslabón perdido que me ayuda a unir el hecho de que la madurez es un asco (desde esta perspectiva en particular), y que los niños, con su pensar, la pasan mejor que nosotros.

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