martes, 14 de abril de 2009

Su nombre es Primavera



Well, life has a funny way of sneaking up on you
When you think everything's okay and everything's going right
And life has a funny way of helping you out when
You think everything's gone wrong and everthing blows up in your face

--Ironic, de Alanis Morissette


Hoy la conoceré al fin, aunque más acertado es decir que le hablaré, después de varios días viéndola pasar frente a mi casa, después de escucharle decenas de veces hacer la misma pregunta a cada extraño con el que se topaba en el camino, después de preguntarme constantemente de dónde vino y por qué, lo haré. 

La primera vez que la vi no causó mayor imprensión que la que una mujer pasados los cuarenta años puede tener en un hombre recién salido de la adolescencia, pero fue en la segunda que la curiosidad comenzó a invadirme, cuando se acercó a una niña que jugaba con su perro en el parque y le preguntó cómo podía llegar al puente, de seguro refiriéndose al que está a solo unas cuadras de aquí. Me llamó la atención que le hiciese una pregunta como esa a alguien que tan solo podía adivinar el camino hacia él, así como el hecho de que ella misma no supiera dónde estaba. Y lo siguiente fue aún más insólito, verla agacharse para acariciar al perro y hacerle la misma pregunta. Entendí que esta señora debía ser especial de alguna manera, y estaba decidido a averiguarla.

Los siguientes días esperé su llegada en una de las bancas del parque, alejado del camino que la mujer solía tomar, y ésta llegó a la misma hora que los dos días anteriores, tal y como esperaba, con otro vestido pero con el bolso color oliva de siempre. Esta vez se acercó a una pareja, les preguntó como llegar al puente y, tras recibir la misma respuesta que seguramente recibió tarde o temprano ayer y el día que le precedió, prosiguió a la siguiente persona e hizo su usual pregunta. Cada vez me causaba más curiosidad el entender qué la llevaba a actuar de esa manera y, especialmente, por qué trataba de llegar al puente cada día a la misma hora. Así que la seguí.

Las dos cuadras que tuvimos que caminar para llegar al puente, yo varios metros detrás de ella, noté algo peculiar, no le dirigió palabra alguna a ninguna de las personas con las que cruzó camino, ni reparó en su presencia. ¿Sería, entonces, algo relacionado con el parque frente a mi casa? Una vez que estuvimos debajo del puente la vi subirse en el primer autobús que encontró, pero al estar demasiado lejos como para alcanzarla no pude subir con ella y tuve que dejarla ir.

Los días pasaron y continué viéndola desde mi ventana, siempre a la misma hora, siempre con diferentes vestidos y con el mismo bolso, siempre haciendo su característica pregunta a toda persona a lo largo de su recorrido por el parque. Seguí sin saber de dónde venía o hacia adónde se dirigía más por dejarla conservar su privacidad y, especialmente, por miedo a descubrir que esta mujer podría ser tan común como cualquier otra y no esa inusual visitante que un día llegó a mi vecindario sin más motivo que encontrar la forma de salir de él.

Pero hoy no he aguantado más y estoy dispuesto a hacer mis propias preguntas, encontrarla en el parque y tratar de iniciar una pequeña y amable conversación con ella de manera que pueda averiguar los misterios que la envuelven. Tomo asiento en una banca con la que tendría que cruzarse necesariamente y espero ansioso, ideando formas de atraer su atención, formas de causar una impresión tan grande como la que ella causó en mí. Una vez que la hora de su visita llega, la veo cruzar la pista y entrar al parque, se topa con algunas personas a quienes les hace la pregunta de siempre y pronto solo queda el espacio entre ella y yo, acortándose con cada uno de sus pasos. Los nervios comienzan a hacerse sentir en todo mi cuerpo, pero mi determinación permace intacta, o al menos eso me hago creer. Y, de repente, está frente a mí. 

-¿Cómo puedo llegar al puente? -me pregunta. Quiero ignorar su pregunta y hacer las mías, pero algo me hace cambiar de opinión, quizás su dulce sonrisa, por lo que me resigno a quedar con la curiosidad. Luego de unos incómodos segundos, le respondo.
-Justo voy en esa dirección. Si gusta puedo guiarla.

He averiguado su nombre y adónde va, pero de dónde viene y qué la hace pasar por ese parque y repetir la misma rutina diariamente sigue siendo una incógnita para mí. Me gusta pensar que es mejor así.

1 comentario:

yahop dijo...

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