martes, 19 de agosto de 2008

Cosas que pasan (y que no deberían)


Out in the streets I've seen a thousand empty eyes
Never surrender, no, take the power of love

-- The power of love, de Impellitteri


Ya antes me había dicho a mí mismo que nunca es buena idea decirle a otros cómo criar a sus hijos y menos aún entrometerse cuando se les llama la atención. Imagino la vergüenza y el golpe al orgullo que puede sentir un padre o una madre al ser “educado” por un joven adolescente que no tiene nada que ver con ellos ni con sus hijos y que solo pasaba por ahí. No era mi problema, no tenía por qué entrometerme, pero hay cosas que uno no puede pasar por alto y seguir su vida como si nada hubiese pasado o como si no hubiera visto algo. Fue un error de mi parte olvidar mi decisión de “cero intromisión”, pero no pude quedarme callado, no creo que nadie hubiese podido; ¿o sí?

Una señora que vendía caramelos en la calle mandó a su hijo de no más de ocho o nueve años a venderlos en una tienda, pero fue sacado de inmediato por uno de los vigilantes, a lo cual la madre regañó al pequeño de una manera que jamás podría imaginar: lo llamó “pedazo de mierda” con un desprecio increíble, y luego repitió “eres un imbécil” varias veces más. ¿Qué clase de madre puede tratar a un hijo así? ¿Qué clase de madre puede tenerle tal rencor a su hijo? ¿Qué clase de madre está más interesada en el dinero que en su hijo? ¿Qué clase de madre presiona a su hijo a hacer su trabajo, lo humilla frente a decenas de personas y lo insulta de manera tan despreciable? Pues esta señora, me temo.

Como futuro psicólogo, y persona con no poco sentido común, ya podía ver el futuro de este niño y el daño psicológico que la persona que más debería quererlo y en la que más debería confiar le estaba haciendo. Yo mismo furioso, me acerqué a la señora y le dije que no podía tratar a su hijo de esa manera por tal y tal razón. Me mandé un mini-discurso de dos minutos, durante el cual la mujer me miraba casi burlonamente y con un obvio desinterés, para que al final me fuera completamente rojo de la vergüenza y más molesto que nunca. No debí entrometerme, pero lo hice. ¿Cuál será el resultado de mi impulsividad en la señora? Pues no lo sé, pero imagino que lo dicho habrá entrado por un oído y salido por el otro.

Muero por ser psicólogo y arreglar el mundo, muero por llevar el cambio a cada rincón del planeta y evitar tanto daño en las personas. Pero falta poco y, además, no es necesario que lo sea para poner mi granito de arena. Lo importante, especialmente, es que no debo seguir siendo presa de mis desbordantes ansias; ¿quién sabe en que problema pueda meterme la próxima vez, y si salga igualmente sólo con las mejillas rojas y no con algo más? Falta poco.

2 comentarios:

Sweet Amber dijo...

estoy de acuerdo contigo! me pasa todo el tiempo que veo cosas asi y no puedo hacer nada al respecto! quien soy yo para meterme en las cosas de los demas?? sin embargo; luego me lastiman por dentro! siento qeu por no haber hecho nada al respecto, ese sentimiento luego como un castigo me araña por dentro!! es horrible; mas tte entiendo!
cuando seas psicologo seré tu primer paciente! jajaja! me gusta el blog! esta muy bueno!!

dIROLE dijo...

Gracias, Sweet Amber, me alegra que alguien me entienda :) Espero tenerte en mi consultorio algún día ;)

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