Llora el cielo, y la mar sabe que ya no es azul
El viento ha dejado de hablar y el sol ahora esconde su luz
No entiendo
-- Las ruinas del Edén (Acto I), de Avalanch
De nada serviría hablar sin alguien que me escuche, por lo que pienso seguirte hasta que entiendas que dos cabezas son mejor que una o hasta que encuentre a alguien que esté dispuesto a olvidarse de su egoísmo y compartir algunas palabras conmigo. No intentes acelerar el paso, de nada te servirá esconderte en esta planicie cubierta de penumbra, así como tampoco hallarás lo que buscas; estamos condenados.
Me llamas mentirosa, y qué más puedo hacer que dejarte hacerlo, pues de nada sirve discutir con una mente terca que ya cree estar seguro de lo que afirma sin siquiera tener argumentos sólidos que respalden su teoría. La única opción que elijes, que tienes a la vista, es huir; al menos eso entiendo de tus actos, solo un humano más, muerto de miedo y sin nada mejor que hacer que escapar de aquello que no logra comprender.
De acuerdo, no nos guiemos por preguntas determinadas ni limitemos este mundo como el real podría limitarnos a nosotros, seamos libres y expresemos la palabra a través de actos como no se han visto en otro lugar. Lo cierto es que no quiero estar sola, no ahora que encuentro un alma afín, por eso te pido que dejes a un lado ese orgullo incrustado en tu pecho y escuches lo que tengo por decir, al menos hasta que verdaderamente compruebes que lo que digo es mentira.
Me quito la máscara y muestro ante ti una cara marcada como tú mismo habías predicho, cortada no por los engaños que alguna vez haya contado en mi vida, sino producto de mi propia mano, una mano que no tuvo la suficiente fuerza para herir a otros y que prefirió herir parte de su propio ser. Y he ahí una verdad innegable, tan sincera como me siento capaz de ser, y me detengo aquí y te pido lo mismo a ti, de tal manera que pienses en lo que acabo de decir y tomes una decisión. ¿Qué dices?
Me llamas mentirosa, y qué más puedo hacer que dejarte hacerlo, pues de nada sirve discutir con una mente terca que ya cree estar seguro de lo que afirma sin siquiera tener argumentos sólidos que respalden su teoría. La única opción que elijes, que tienes a la vista, es huir; al menos eso entiendo de tus actos, solo un humano más, muerto de miedo y sin nada mejor que hacer que escapar de aquello que no logra comprender.
De acuerdo, no nos guiemos por preguntas determinadas ni limitemos este mundo como el real podría limitarnos a nosotros, seamos libres y expresemos la palabra a través de actos como no se han visto en otro lugar. Lo cierto es que no quiero estar sola, no ahora que encuentro un alma afín, por eso te pido que dejes a un lado ese orgullo incrustado en tu pecho y escuches lo que tengo por decir, al menos hasta que verdaderamente compruebes que lo que digo es mentira.
Me quito la máscara y muestro ante ti una cara marcada como tú mismo habías predicho, cortada no por los engaños que alguna vez haya contado en mi vida, sino producto de mi propia mano, una mano que no tuvo la suficiente fuerza para herir a otros y que prefirió herir parte de su propio ser. Y he ahí una verdad innegable, tan sincera como me siento capaz de ser, y me detengo aquí y te pido lo mismo a ti, de tal manera que pienses en lo que acabo de decir y tomes una decisión. ¿Qué dices?
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