jueves, 23 de octubre de 2008

El plan no tan perfecto


This is my vision, this is one man's decision
Wise thinking from a fool
For twisted minds I'm a tool
I could be independent, but I can take the heat
Variety of thieves make my illusions obsolete

-- Dream thieves, de Sonata Arctica


Sí, vivir solo tiene beneficios evidentes, pero deja de ser divertido cuando surge la amenaza de robo, como me sucedió ayer. No fue una amenaza en sí, pero la forma en la que se dio la situación me hace entender que existió una alta probabilidad de que entraran a mi casa, lo cual nunca se toma de manera ligera, o por lo menos yo no lo tomo así.

Alrededor de las 9 de la mañana llamaron por teléfono preguntando por mi abuela, la dueña del departamento en el que vivo, a lo cual respondí que regresaría en una hora para que llamara dentro de ese tiempo y me diera oportunidad de inventar una excusa suficientemente creíble (una de las instrucciones que tenía era de no dar cuenta de que mi abuela se había ido de viaje).

Pasada la hora, volvió a sonar el teléfono, pero era la voz de otro hombre, un señor que decía llamarse Felipe García y que afirmaba haber recibido la autorización por parte del esposo de mi abuela de recoger unas cámaras fotográficas y que estaba permitido de subir a buscarlas él mismo. Mientras me decía esto, creí que podía haberse equivocado de número, pero luego entendí cuál era la treta tras sus palabras debido a un caso similar que le había sucedido a un vecino, a lo cual le respondí entre tranquilo y de forma seria “Mi abuela es viuda, así que me parece difícil que su esposo le haya dado permiso de venir”; la respuesta que recibí fue un corto silencio y luego me colgó.

Esta situación me pareció chistosa, pues querían timarme ignorando el parentesco que tengo con mi abuela, pero poco a poco fui siendo cada vez más conciente de lo que acababa de pasar, hasta el punto en que pasé el día temeroso de dejar el hogar solo y, cuando lo hice, no dejé de imaginarme regresando a un lugar sin pertenencias. Pasé la tarde y la noche al lado de mi fiel bate béisbol y puse CDs de métal en la radio para hacer notar que había alguien en el departamento. Es bastante probable que haya exagerado, pero lo veo así ahora que ya no me siento tan nervioso.

Sigo viviendo solo, menos intranquilo y con todo un repertorio de frases sarcásticas y burlonas para aquellos que intenten timarme y fracasar nuevamente. Admito que mi bate sigue a mi lado mientras escribo, pero ya no lo sujeto cada vez que escucho un sonido fuera de lugar en el departamento. Y, a pesar de esta experiencia, no me siento menos capaz ni menos deseoso de seguir valiéndome por mí mismo. Solo me arrepiento de algo, que nada tiene que ver con las amenazas de robo, y eso es no poder disfrutar de la sazón de mi abuela.


[Llámenme infantil, pero todo el tema me hizo recordar a un particular grupo de ladrones frustrados.]

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