lunes, 13 de octubre de 2008

El abrir de los ojos a la vida


Aun no has nacido y ya has de elegir
La primera lección de tu vida
Tómala como un juego más...
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-- Niño, de Avalanch
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Empezando hace cinco semanas, y por la duración de tres, tuve que hacer un trabajo de investigación con relación a un bebé de dos meses de nacido y su madre. La experiencia de realizarlo me hizo darme cuenta de algo que, en teoría, debía de haber sabido desde mucho antes, casi desde que tenía poco más de diez años. Por muchas razones, varias de las cuales me abstengo de comentar, sucedió de esta manera, y ahora comprendo algo muy importante.

Todo comenzó con la búsqueda de una madre con un “casi recién nacido”, la cual duró muchísimo menos de lo que esperaba, pues un amigo (Hans) tenía una amiga que acababa de dar a luz y que podría ayudarme. La primera parte consistió en realizar una entrevista a la mamá, la cual no salió tan bien como esperaba debido en parte a mis nervios y a no recordar del todo bien qué debía preguntar exactamente.

Fue en la segunda parte en la que se dio el chispazo que prendió la mecha que, en definitiva, hizo explotar (de manera positiva) y poner en funcionamiento mecanismos de mi mente que hicieron traer a mi ser un sentimiento que no se expresó del todo en los primeros meses de vida de mis hermanas. Luego de leer tanto sobre los bebés y su desarrollo, en ese momento que tenía todo el conocimiento buscando ser aplicado a como de lugar, ver a ese pequeño ser humano corroborar la información adquirida mediante su comportamiento fue una experiencia cuasi-mística. De por sí la vida ya es asombrosa, pero para mí fue como verla por primera vez condensada en la conducta del pequeñuelo, fue como darme cuenta y redescubrir las maravillas que entraña el ser humano, solo que desde una perspectiva nueva.

A pesar de haber dejado el hogar de esta madre, la sensación de esa experiencia siguió siendo fuertemente vivida pasado un buen tiempo, tanto así que surgió por un momento la impulsiva idea de querer tener un bebé (claro que luego llegaron las connotaciones de tener un hijo y mi razonamiento me hizo bajar a la Tierra). Todo esto me hizo entender dos cosas muy importantes, como dije antes: por un lado, que a veces podemos dar las cosas por sentado y olvidamos sorprendernos con todas las maravillas de la vida, con todos esos milagros que nos rodean y con los que nos cruzamos constantemente y que dejamos de contemplar; por otro, que nunca es tarde para darle un vuelco al sentido que se le da a una vida, justamente porque esta pasa más lento de lo que las personas gustan admitir (al menos desde mi perspectiva). Ya se viene el siguiente trabajo, otra nueva oportunidad de poner a prueba mi capacidad de asombro.

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