viernes, 27 de junio de 2008

Another one bites the dust


No pensé que era amor y lo dejaba correr,
iba atando mis manos,
me alejó del ayer...
Y el mar,
que antes miraba estando solo
hoy vale nada sin ti

-- No pensé que era amor, de Pedro Suárez-Vértiz

Los pensamientos se desvanecen a pleno vuelo, antes de aterrizar, como las cenizas llameantes de una fogata que saltan despavoridas y desaparecen en la oscuridad. Así desapareces tú, con las vendas que pusiste sobre tus ojos para zambullirte sin ver lo que llegase a continuación; y ahora te hundes como un ladrillo que nunca aprendió el estilo mariposa, como una dura y testaruda piedra que se lanza porque no ve otras salidas. Y para eso es la venda, mi querida pared, para dejar de ver esas otras opciones que inexplicablemente dejaste de lado, puertas abiertas y semiabiertas que ignoraste sin más. Caminas a la boca del lobo, te contorsionas y desgarras tú misma entre sus dientes y entras a ese mundo del que pocos logran salir ilesos; tú no serás la excepción, me temo.

Tal y como las piezas en un tablero de ajedrez, me encuentro en la posición que me corresponde y he hecho un movimiento acorde a las reglas del juego. El rey se abalanza contra un simple peón que amenaza a la reina, pero esta toma la acción como un acto fuera de lugar, un acto insultante que busca entrometerse en sus propios movimientos, y sigue avanzando hacia la línea de fuego, desde donde el moribundo monarca la ve unirse al bando contrario; un movimiento nunca antes visto en la historia de este juego. Solo soy el mensajero, y como sucedía en la antigüedad, he sido decapitado por presentar las malas noticias, por cumplir con un deber que cualquier otro podía haber hecho pero que prefirió no. Es en circunstancias como estas es en las que uno puede percibir quienes son los que verdaderamente están de tú lado.

Aquel que calla ante una inminente desgracia, sea por miedo o cualquier otra razón, es tan culpable de aquella como el que la ocasiona. Y qué irónica es la vida, que castiga a quienes hablamos por el bien de otros. Nuestros deslices hemos tenido, nuestros errores hemos cometido; pero las rectificaciones y disculpas no tardan en llegar al lado de consejos y advertencias que solo nos procuran el fin de todo lo que conocemos. Qué irónica, sin duda. Pero ya no es tiempo de lamentarse, sino de aprender, de esperar. La pared sigue hundiéndose en lo que parece un mar de ácido, y no podemos saber cuándo terminará de corroerse o cuándo aprenderá a nadar; lo primero parece más plausible, pero yo tengo esperanzas en lo segundo, sin importar lo poco probable que pueda parecer. Yo creo que aún hay tiempo de retroceder, de quitarse las vendas, de aprender a nadar, de reconocer los propios errores antes de que sea demasiado tarde y te quedes sin una mano que te saque del agua.

No hay comentarios.:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails