domingo, 15 de junio de 2008

Reductio ad absurdum?


Soon we will come to the end...
Mankind's madness failed once again
We are caught in a trap
Soon it's too late!

-- Sign of truth, de Dionysus
.
Prometeo, por más que el habla popular quiera desmentirme, sigue encadenado en el Cáucaso y su hígado sigue siendo devorado día a día por esa insaciable águila. Heracles en realidad no lo liberó como algunos nos cuentan, ese supuesto día tuvo que aparecerse en el set de Xena: La princesa guerrera; no se dejen engañar. Pero olvidemos el castigo por un momento y pensemos en el acto por el que fue castigado. Gracias a él tenemos el fuego (la luz) que Zeus nos quitó en uno de esos arranques de capricho que suele tener cuando pelea con Hera y esta le reprocha su actitud de mujeriego empedernido; gracias a él podemos iluminar no solo el mundo, sino también los rincones oscuros en donde la verdad anda escondida por voluntad propia. ¿Por qué querría esconderse?, me pregunto.

Nada es cien por ciento cierto hasta que sucede; nada nunca es obvio, solo posible; nada puede preverse hasta que se da; y nada es absolutamente verdadero hasta que se comprueba. La verdad que tratan de imponernos, la que nuestros ojos evidencian y creemos indudable, es solo una parte de la mentira que es este mundo; pero ‘mentira’ es una palabra muy fuerte, y la contundencia, a pesar de ser característica obligatoria en esta afirmación, no busca presionar a nadie a creer en mis propias verdades, por lo que será mejor quedarnos con ‘engaño’, ilusoriamente más leve. ¿Por qué debemos creer en quienes dicen haber encontrado la verdad en esos oscuros rincones? Prometeo no robó la luz para hacer de cada uno de nosotros un pequeño humano ávido de poder y diseminador de falso conocimiento; la humanidad ha perdido su propósito, ha descuidado la verdadera búsqueda.

Y llora no por el excruciante dolor que el animal inflinge en sus entrañas al devorarlas con delicia, sino al ver cómo aquellos por los que ahora sufre una condena eterna luchan por grandeza, se asesinan por dinero y mienten por amor. Mira a los cielos y da un último grito antes de perder las fuerzas y caer rendido ante el dolor: “Oh gran dios del cielo y del trueno, haz a un lado toda la ira que tienes hacia mí y busca un espacio para la misericordia; perdóname, señor del Olimpo, ¡pues he cometido un error!" El mundo no está listo para el fuego. Alguna vez lo estará?

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