In their science fiction books
they call us ‘the
planet with the cold and lonely heart’
they call us ‘the
planet with the cold and lonely heart’
-- Radio Earth, de Abydos
Es como el sentimiento experimentado cuando la pelota de fútbol cae al techo o se va a la casa de vecino, algo parecido elevado a la potencia de menos uno; yo me entiendo. Hoy es el primer día del resto de mi vida, por decirlo de manera que lo abstracto vaya cobrando forma, algo así como la masa del brownie que va adquiriendo su sabor chocolatesco y sabroso mientras se le agregan los ingredientes: separados son una cosa; juntos, algo distinto.
No sé, esta noche no es exactamente como las otras noches, oscuras y solitarias; tampoco es iluminada o populosa. Esta noche quiero echarme en el jardín con los audífonos en los oídos y con la vista a las estrellas, muy probablemente con las ganas usuales de volar como cuando era un pequeño cachorro. Y claro, tal y como lo supones, el espacio es como esos libros en los que conectas un punto con otro, una estrella con otra, para formar imágenes divertidas; nada cercano a constelaciones o signos astrológicos que falsamente nos cuentan de la suerte. Quiero soñar.
Ahora las cosas se ven transparentosas, casi invisibles, casi desaparecidas. Pero se aguantan, sabes. Es más, no se aguantan, flotan a pocos centímetros del suelo y se aguantan a sí mismas, ajenas, echadas a un lado con sus propios problemas, exiliadas del mundo. Exiliadas del mundo… No puedo imaginarlo, tener que vivir en un lugar diferente a este mundo; en realidad sí puedo, siempre, siempre puedo. Y antes de comenzar a seguir diciendo frases sin sentido, dejo esto en estasis, como un cubo gelatinoso con muchas burbujas de aire. ¿Vale?
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