Someday I'll understand my dreams
So deep inside
And then I'm free again to leave
The pain behind
So deep inside
And then I'm free again to leave
The pain behind
-- Pride, de Shaman
Dicen que hay ciertos brownies (las tortitas de chocolate, no los duendes ni los “happy” brownies) que tienen la capacidad de otorgar un conocimiento casi ilimitado de las cosas, y aunque aquello puede sonar un tanto fantasioso, no me parece jalado de los pelos para nada.
La semana pasada descubrí al cocinero/pastelero que vive dentro de mí; no es nadie que me haya comido, sino otro don más que se agrega a la ya inmensa lista de dones (se siente bien ser arrogante de vez en cuando, y también la mayor parte del tiempo). El sábado decidí probar con chocolate, así que hice brownies, pero no unos cualquiera, como esos que venden en bodegas o que de vez en cuando se hornean en las casas, sino unos brownies de la sabiduría. No tuve idea de lo que preparaba hasta que le di un mordisco a uno y la realidad comenzó a dar vueltas y a venir hacia mí, como si cada cosa que existiese (y que alguna vez existió) qusiese introducirse en mi cerebro y dar cuenta de esa existencia esencial (y no material, de lo contrario mi cabeza sería más grande de lo que ya es).
Estas cosas no suelen pasar muy a menudo, al menos eso asumo, y definitivamente no creo que pasen con tortas de chocolate, solo con brownies. Y, bueno, no sé cómo es que estos resultaron tener ese asombroso poder del cual no puedo jactarme de tener aún, pues el conocimiento solo lo obtuve por unas horas, pero hasta cierto punto considero que debió deberse a mis excelentes habilidades culinarias, habilidades que, sin duda, nadie podría copiar por completo o siquiera por partes. Iré a preparar más.
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