lunes, 7 de julio de 2008

Puñados de lluvia


Things aren't the way they were before
You wouldn't even recognize me anymore
Not that you knew me back then

-- In the end, de Linkin Park


A veces me pregunto por qué hablamos si nadie nos escuchará. Pero decir ‘nadie’ es exagerar de sobremanera, así como tener dos orejas y solo una boca es una indirecta bastante directa por parte de la naturaleza. ¿Y que te parecería si dijese que el orden existente es solo para los conformistas; o que las personas no son realmente ciegas, sino que cierran los ojos cuando les conviene; o que eso de “solo en el Perú” es otra forma de decir “estamos cagados y me zurro en ello”? El arte de la contradicción es practicado por miles (me incluyo), pero eso no solo demuestra que no siempre elegimos una cosa y la llevamos a cabo, sino que damos espacio a la duda para poder tergiversar nuestros actos/palabras/pensamientos/principios con el fin de beneficiarnos o beneficiar a otro. Y eso no significa ser peruano; eso es ser humano.

“Lo tuyo será mío y lo mío tuyo,” son las palabras más sabias que he escuchado en toda la semana (pasada), y de cierta manera me gustaría que el fondo sobre el cual se pinta aquella frase pudiese llevarse a cabo. Si se la dices a alguien que porta algo en el preciso momento en el que tú llevas un objeto propio, entonces el intercambio se dará inevitablemente, no necesariamente con el consentimiento de la otra parte. Es algo injusto y, sin duda, la mejor manera de robar con una excusa de por medio; pero me gustaría que existiese algo así (decir que no sé la razón de esto es una inmadura excusa, pero el decir la razón de igual manera me vuelve inmaduro; no puedo escapar a lo que soy, pero en ningún momento dije que quisiera hacerlo).

La máscara que con tanto miedo usó cerca de cuatro años para salvaguardarse de los infortunios del mundo se ha deslizado y ha dejado expuesto el rostro que muy pocos conocían y que, ahora, muchos comienzan a conocer. Los hay quienes quedarán engañados el resto de sus vidas, y no porque lo merezcan, sino porque las circunstancias se dieron de tal manera y porque el destino, azaroso como no hay otro, así lo decidió; lástima por ellos, qué más puedo decir. No es un nuevo comienzo, es la continuación de lo que alguna vez se postergó, el cierre de paréntesis. El rostro, métafora de lo físico, es apenas una parte; el resto, lo más difícil de avistar, no tardará en descubrirse. Esperen despiertos.

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