jueves, 10 de julio de 2008

El otro camino


“(…) We will fail to acknowledge that there are forces at work beyond our understanding. To be a scientist, you must have a respectful awe for the laws of nature.”

-- The Happening (2008)


A veces me pregunto por qué tenemos que hacer nuestras camas si volveremos a desordenarlas más tarde; o por qué lo común es sentarse en la mesa a comer en lugar de hacerlo parados o en movimiento; o por qué tenemos que estudiar para graduarnos, ya sea del colegio o de la universidad o de algún instituto; o por qué debemos seguir las leyes de nuestra nación como si nosotros mismos hubiésemos elegido nacer aquí; o por qué estamos sujetos a los derechos humanos (muy a pesar de serlo nosotros mismos) si nuestra opinión personal no suele ser escuchada en temas que implican a la gran mayoría. Generalmente, la respuesta a la que llego es a que existe un orden prestablecido (o establecido de a pocos a lo largo de los años a través de la experiencia y de la “prueba y error”) al que no podemos escapar incluso si quisiéramos.

Las dos primeras preguntas tan solo reflejan un poco mi rebeldía innata, y no hace falta reflexionar sobre ellas. La tercera es una que me molesta desde que ingresé a la universidad y que aumentó en importancia luego de ver la película The Grinch (no creo que necesite explicar cómo las cosas menos esperadas a veces pueden tener un gran impacto en las personas). Sin duda no elegí ser matriculado en un colegio (aunque agradezco que lo hayan hecho), pero sí tuve la opción de continuar con los estudios, aunque ahora que lo pienso más detenidamente nunca pasó por mi cabeza la idea de no seguir estudiando, pues recaía en mí (como imagino que recaía y recae en muchos) el peso de la tradición y de la oportunidad de tener una “buena vida”. Lo “normal” es estudiar, conseguir un trabajo, tener una familia, ser “feliz” y morir, y estando en la etapa de transición durante los últimos meses de colegio (cuando ya lo terminaba y casi estaba dentro de la universidad) esa era la única visión que tenía de la vida futura que tendría; craso error.

Es cierto que he repetido esto hasta el cansancio, pero lo hago para demostrar la importancia que tiene: olvidé que existe algo más que vivir la vida estudiando para trabajar y conseguir el dinero que supondrá la formación de una familia y una existencia “feliz”; existe lo que algunos llaman ‘vagar’ o ‘ser un don nadie’ y que, ignorantemente, toman como el camino menos deseado por creer que no brinda esa felicidad que el “éxito” monetario sí. Aquí hay muchas cosas por aclarar. En primer lugar, uno puede formar una familia en la pobreza y aún así ser feliz (sin comillas) a pesar de las dificultades para sobrevivir. En segundo, el “éxito” monetario y el relacionado con la fama no son los únicos “éxitos” que hay; a mi parecer, el realizar nuestros sueños, trazados y consumados de la manera que nosotros queremos (respetando la libertad de otros, claro), es el mayor éxito existente, y no tiene porqué vincularse con los otros dos. En tercero, el no estudiar no implica que seamos unos fracasados. Y en cuarto, ¿quién nos asegura que las personas con menos recursos en general, con menos dinero y con menos facultad de razonar son menos felices? A veces creo que son ellos los más felices, pues no son agobiados por los problemas que el dinero, por ejemplo, puede crear, entre otras razones. Habría que meditarlo.

Sé que mi posición es privilegiada, pues tengo un techo donde vivir, un plato de comida cada día y mis estudios son pagados, pero no dudaría ni un instante en dejar todo esto e irme para empezar por mi propia cuenta en un sitio donde nadie me conozca y pueda considerarme igual (en todo sentido posible) a todos, siempre y cuando un lugar así llegara a existir en este mundo. Lamentablemente, son solo utopías, las cuales me llevarían a mis siguientes preguntas y, consecuentemente, a mis siguientes respuestas. Tomorrow will be the day.

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