viernes, 21 de noviembre de 2008

Sin elección


In our family portrait
We look pretty happy
We look pretty normal
Lets go back to that
In our family portrait
We look pretty happy
Lets play pretend, act like it
Goes naturally

-- Family portrait, de Pink


Una perspectiva que he estado teniendo de lo que significa la familia o la amistad, es respecto a los títulos. Lo cierto es que no la he desarrollado del todo bien, pero quise escribirla para tratar de darle forma, tal y como he hecho con varias otras ideas. Hice una pequeña mención en un post reciente, y pensé que no era mal momento para explicarla ahora.

De sobra se acepta que uno no elije a sus padres (por más que alguna religión profese lo contrario), y que la familia que nos toca no podemos cambiarla sin más. Se dice que es lo más importante que se tiene en la vida, que en ella se encontrará la ayuda y confianza que otros no serán capaces de darnos, lo cual es debatible y bastante relativo. Por todo ello, tengo la impresión de que existe una suerte de imposición, una falta de libertad de elección y, por tanto, una obligación.

Muchas veces he escuchado argumentos tales como “es tu papá/mamá, por eso debes quererlo(a)/respetarlo(a)”, lo cual me suena un tanto absurdo, al menos si se deja de lado el hecho de que estos nos dieron la vida, con lo cual se entiende por qué deberíamos quererlos y respetarlos. Sin embargo, con esto vemos la obligación. Se debe tener tales actitudes frente a ellos porque son tal cosa, porque hicieron tal cosa; primero llega el título y luego la postura. Es difícil de explicar, pero podría verse así: el hecho de que sean familia ya obliga a quererlos y respetarlos, más allá de que uno no se lleve bien con ellos; se prioriza el parentesco antes que la relación entre las partes. De esto nace mi reflexión. No obstante, incluso si no se ha elegido a un familiar, es completamente posible que la relación que se da luego del parentesco sea significativa.

Con los amigos, por otro lado, es diferente. No hay ningún tipo de imposición, sino que uno, hasta cierto punto, elige sus amistades, y, en base a la primera relación que se da, puede o no llevarse a una mayor profundidad; en ese momento es que se puede poner una especie de etiqueta, la de amistad. Entonces, se prioriza la relación antes que cualquier otra cosa; uno no llama “amigo” a quien no conoce o con quien se lleva mal. Puede que por todo esto considere las relaciones con mis amigos como mucho más significativas que las que tengo con algunos familiares.

No llego a una conclusión porque mis ideas aún están algo revueltas. Por ejemplo, se me ocurre que siempre queda la idea de que los amigos van y vienen, pero la familia siempre está para recibirte cada vez (en el mejor de los casos). Además, no descarto el hecho de que hay familias desastrosas, por lo que las amistades pueden ser una gran fuente de apoyo y soporte, todo lo que no se recibiría de las anteriores. Es un tema complicado, pues se tocan muchos nervios y se avanza con pasos medio dudosos. De cualquier manera, seguiré reflexionando al respecto.


[Para darle un poco de humor a este post, aquí hay algunos videos sobre una de mis familias favoritas.]



1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo.
Mi amigo.
cuy

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