sábado, 20 de diciembre de 2008

Can I take your order?


My home was there 'n then
Those meadows of heaven
Adventure-filled days
One with every smiling face

-- The poet and the pendulum, de Nightwish



Sé que empiezo a sonar aburrido, pero intentaré que este sea el último post relacionado mi trabajo, al menos por un buen tiempo. Esta vez hablaré de los últimos acontecimientos, pequeños grandes cambios que le dan todo un vuelco a la primera impresión que tuve de las que serían mis labores.

Apenas llegué al trabajo, alrededor de las nueve de la mañana, me asignaron una caja registradora con cierta cantidad de dinero. Tuve que prender las parrillas, sacar salchichas, reponer cajas, panes, salsas, entre otras cosas, y me puse de acuerdo con la amiga que me acompañaba para intercambiarnos las labores, pero solo hasta que entendimos que cada uno estaría a cargo de un establecimiento, cada uno por su cuenta. La idea me encantó.

Elegí el lugar más difícil de los dos que teníamos para elegir, The Doggery, donde servimos salchichas, papas fritas y gaseosas, y pronto estaría lamentándome de esta decisión. Al principio fue fácil, solo debía seguir haciendo lo que hice los días anteriores, solo que esta vez tomaba la orden en la computadora y recibía y entregaba dinero. Pero más adelante me di cuenta de que entender los datos en la computadora (a pesar de ser pocos) y elegirlos en base a lo que pedían los clientes era bastante truculento, y las equivocaciones podían costarme el trabajo.

Cerca de las doce del medio día las cosas comenzaron a complicarse. Como no debo cocinar más de dos salchichas grandes y cinco o seis pequeñas, estuve entre sirviendo las que acaban de ser cocinadas y poniendo nuevas en la parrilla a la vez que atendía a la ola de clientes que iba llegando. Tenía que recibir a todos de la misma manera, hacer las mismas preguntas, trabajar en la caja casi de forma similar, y servir los pedidos de acuerdo a lo que ordenaban, así que la labor era algo mecánica, aunque llegué a un punto en el que me dije que debía parar por un momento. Felizmente llegó mi mánager y estuvo ayudándome un poco.

Este día me gustó porque las siete horas y media que trabajé lo hice casi por mi cuenta, con una responsabilidad bastante grande sobre mis hombros, lo que me demuestra que comienzan a confiar en mí con tareas más difíciles. Todo esto me gusta, pues ponen a prueba muchas de mis habilidades, especialmente la de comunicación, y sé que si sigo trabajando igual de duro y demostrándoles que soy eficiente (como ellos mismos ya me lo han dicho) lograré obtener un puesto más, tal vez en la cocina de Burger King y, de ahí, rumbo a mi meta, Starbucks, lugar al que ahora sé que sí puedo llegar si comienzo a ser más sociable. Tengo tiempo para hacerlo, y lo haré.


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