miércoles, 10 de diciembre de 2008

Como petrificado por Medusa


When I counted up my demons
Saw there was one for every day
With the good ones on my shoulders
I drove the other ones away

-- Everything’s not lost, de Coldplay


Un par de horas atrás tuve otra crisis existencial como las he estado teniendo demasiado seguido últimamente, la cual me hizo remontarme a inicios del año y ver, situación por situación, los logros, cambios, errores y satisfacciones que he tenido.

Empecé el año de manera normal con una ligera inclinación positiva, hacia arriba. Lo más significativo de los primeros meses es que redescubrí las maravillas de los deportes y aumenté el nivel de mis salidas en bicicleta hasta llegar a un punto en el que pude estar seguro de que es mi pasión; eso en el rubro de logros y satisfacciones. En cuanto a cambios y errores, lo que más recuerdo es el intento que hice por recobrar una amistad, solo para perder las esperanzas de poder tener la relación que alguna vez tuvimos.

Los siguientes meses experimenté un alza increíble en el ánimo, me sentí con energías que no había poseído sino hasta antes de la adolescencia, pero no puedo entender qué motivos impulsaron a que se diera este hecho. Inicié el ciclo universitario medianamente bien, tanto académica como socialmente, pero lo terminé desastrosamente mal en ambos aspectos, lo que tomé como indicios de una posible caída, aunque me apresuré a imaginar algo que realmente no sucedió.

Las vacaciones de mitad de año fueron una de las mejores que tuve, e inicié el segundo semestre del año con muy buena disposición, especialmente luego de haber pasado el examen de requisito para estudiar psicología. Pero el prospecto de llevar seis cursos y empezar a conocer nuevas personas, así como el hecho de haber recibido un duro golpe al corazón y haber perdido el que hubiese sido mi primer gran proyecto literario, entre otras cosas igualmente devastadoras, mi vida empezó su inevitable descenso.

Parecería que en lo último exagero, justamente porque todo lo que llevo escribiendo los últimos tres meses muestra una faceta extremadamente positiva de mi parte, pero ello solo es prueba de que me negaba a aceptar una realidad que poco a poco me fue consumiendo, de que luchaba con todas mis fuerzas por volver a ese estado enérgico en el que me había encontrado tan solo meses atrás. Y aquí es donde me encuentro ahora, no tan bajo como he estado antes, pero suficientemente desmotivado como para no poder ver una salida de esto.

Prácticamente todas las metas a corto plazo que me fui poniendo este año han sido consumadas, pero nada parecido puedo decir de las metas a largo plazo. En este momento aún me embarga la negatividad, pero ya tengo una visión apenas clara del lugar al que quiero llegar; el problema radica en que no tengo idea de cómo alcanzarlo. Básicamente, lo que quiero es dejar de afectar de manera dañina a las personas que más me han ayudado últimamente, pero lo que siempre se inicia como una nueva actitud que me obligo a tomar termina revelándose contra mí y contra quienes más quiero.

Por el momento no sé qué hacer, cómo pensar ni adónde dirigir mis esfuerzos, pero me resguardo tras la idea de que todo este problema tan solo es temporal, y si es que no encuentro solución a él en este instante, sí puedo sentar las bases que me llevarán a solucionarlo en el futuro. Para empezar, el solo hecho de escribirlo aquí, de desahogarlo, es terapia suficiente que me ayuda a mantenerme de pie; es cuestión de hallar métodos iguales o mejores para poder recobrar mi viejo “nuevo yo”.

[Esta canción ayuda.]


[De paso recomiendo esta novela, una de las mejores que he leído.]

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