miércoles, 3 de diciembre de 2008

Splash!


Captain America's been torn apart
Now he's a court jester with a broken heart
He said Turn me around and take me back to the start
I must be losing my mind "are you blind?"
I've seen it all a million times

-- Paradise city, de Gun’s N’ Roses


Ayer, mientras tenía uno de mis usuales recorridos en bicicleta, me vi en una situación ante la cual no supe cómo reaccionar, o en todo caso ante la cual no me dejé actuar. Iba por la avenida Caminos del Inca de manera pacífica aunque rápida, sin molestar a nadie, esquivando peatones por la vereda y carros por la pista, cuando de pronto pasó un carro rojo por mi lado y lo último que supe antes de detenerme de improviso fue que estaba parcialmente mojado. Todo sucedió bastante rápido, como suele pasar.

Algún grupo de niños dentro del automóvil creyó que sería divertido tirarme un globo de agua mientras pedaleaba peligrosamente cerca de los vehículos que zumbaban a mi costado, y no pude hacer más que detenerme a un lado de la acera para secar el manubrio. Mi reacción inmediata fue gritarles algo, pero ya estaban demasiado lejos como para que me pudiesen escuchar, por lo que no me importó seguir mojado y emprendí la carrera a toda velocidad con la esperanza de alcanzarlos antes de que el semáforo cambiara de luz. No tenía idea de qué haría, si los insultaría, si les gritaría tontería y media, si rayaría el carro en venganza, si les escupiría cual llama, si anotaría la placa para denunciarlos por un accidente que no tuve (pero que pude haber tenido) o si simplemente me quedaría mirándolos esperando algún tipo de explicación o por lo menos una disculpa. Lamentablemente el semáforo cambió de color, el carro avanzó y no pude realizar ninguna de las acciones anteriores. Solo me quedé con la cabeza caliente y el cuerpo mojado, totalmente frustrado, molesto y hasta asustado.

Para ser honesto, todas esas cosas que pensé hacer surgieron de la idea de que el grupo de personas que me había lanzado el globo eran de mi edad o bastante cerca de serlo, por lo que un poco de agresión de mi parte sería como equilibrar las cosas sin consecuencias demasiado graves (a menos que hubiesen podido quitarme la bicicleta, golpearme y robarme; pero creo que exagero). No obstante, después de meditarlo un poco, llegué a la conclusión de que no podían ser de mi edad debido a algunas razones. Por ejemplo, tenían mala puntería, pues manejaba a su lado y tuvieron muchísimo tiempo para darme en el cuerpo y en lugar de eso el globo cayó en el manubrio; aunque esto no es concluyente. Otro argumento es que no lo tiraron con mucha fuerza, de lo contrario habrían empujado la bicicleta al menos un poquito, cosa que no sucedió; tampoco una idea muy definitiva, pero se van sumando otros hechos. El carro tenía mochilas en la maletera que sobresalían por detrás del asiento trasero, además de que era cerca de las tres y media de la tarde, hora en la que los colegios suelen dejar libres a los niños. Finalmente, el hecho de que no fuesen conscientes de que el acto de mojarme de esa manera podría haber causado serios daños, me hace creerlo. Todas esas cosas me hacen pensar que no fueron personas de mi edad, pero creo que la situación no cambiaría mucho de haberlo sido o no.

El punto es que pude haber tenido un accidente por algo tan simple como lo es un globo de agua. Felizmente no me pasó nada, solo me mojé un poco y regresé a mi casa de muy mal humor, pero nada que pudiese tener consecuencias altamente negativas a largo plazo. La verdad es que tuve miedo, bastante, no solo por el riesgo de haberme lastimado, sino porque mi cabeza ya urdía planes de venganza y el poder de la adrenalina combinado con frustraciones del día a día pudo haberme llevado a realizar actos mucho peores que mojar a alguien. Por otro lado, algo me decía que no sería una salida común y corriente, especialmente porque los cambios de mi bicicleta comenzaban a fallar, mi Ipod no aparecía por ningún lado, me había doblado el dedo gordo mientras manejaba y tuve un cuasi-atropello prácticamente a los cinco minutos de dejar mi casa. Lo bueno es que estoy vivo, más tranquilo y seguro de lo que haré la próxima vez que algo así me suceda; tal vez un poco de psicología aplicada ayude en tal caso.


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