Don't feel you let 'em down
Cos they have already drowned
Cos they have already drowned
-- Drown with me, de Porcupine Tree
Definitivamente el peor día hasta el momento, por muchas razones y circunstancias, muy a pesar de que haya habido momentos agradables y hasta nuevos. En una palabra: frustración.
Después del desayuno comencé a andar solo, me fui hasta una tienda para comprar mi almuerzo, lo preparé en el lobby y cuando quise entrar al cuarto no había nadie y yo había olvidado mi llave, por lo que tuve que esperar afuera, hasta que las chicas del cuadro contiguo me dejaron entrar al suyo. Ya desde ese momento tenía la impresión de que las cosas no saldrían del todo bien.
Una vez que llegaron mis dos compañeros de cuarto (el tercero había salido temprano al trabajo) pude entrar, sacar mi celular y llamar a mi abuela y a Ale, mi ángel de la guarda. Fueron los diez minutos más relajantes y alegres del día, podría decirse, y lo que vino después fue una enorme caída. Minutos más tarde era recogido en una camioneta y llevado al trabajo, la especie de restaurante múltiple con cuatro tiendas, Starbucks, Burger King, y las dos en las que trabajé con dos compañeros, Hershey’s y Doggery.
Quise parecer animado al llegar, tal vez para dar una impresión de chico trabajador, ávido por trabajar y empeñoso, pero no podía, ya me sentía bastante cansado. Una de las señoras que ya trabajaba allí nos hizo un recorrido y nos fue enseñando cómo preparar las salchichas, y cómo servir las malteadas y helados. Una hora después, una chica llamada Hilary fue quien continuó con el entrenamiento. Era bastante animosa y extrovertida, pero, al notar que hacíamos demasiadas preguntas y aprendíamos muy lento, se fue cansando de repetir las instrucciones.
Más adelante llegó nuestro descanso de media hora, el momento cuasi-cúspide de este asqueroso día. Otra de las señoras encargadas, una bruja encarnada, nos trató como basura cuando intercambiábamos nuestros cupones de ocho dólares por alguno de los productos de Burger King. A mí en particular me trató mal, lo que casi ocasiona que reventase, pues me molestó muchísimo que tuviera esa actitud de “yo soy americana y, por ende superior; y ustedes unos sudamericanos que no son más que animales”. En lugar de amedrentarme y pensar como mis compañeros, tratar de evitarla o desear no volver a tratarla, me dije que haría lo posible por volver a hablar con ella y, de tratarme igual o peor, respondería a todas sus palabras. Realmente no estoy aquí para ser insultado de ninguna manera.
Estuve casi siete horas trabajando, una experiencia que no había tenido antes y que, honestamente, no quiero tener nuevamente. Lamentablemente, es mi obligación por los siguientes meses, y lo seguiré haciendo, pero me siento poco satisfecho con las labores que me han dado, me siento subestimado. Por otro lado, personas de mi grupo que no hablan ni la mitad de inglés que yo han recibido mejores puestos, no mejor pagados, pero más entretenidos o desafiantes. Mi meta es trabajar en Starbucks, el puesto más difícil y, posiblemente, más codiciado. Haré lo que sea por conseguirlo.
Lo peor del día ha sido “soportar a mis compañeros”, pasar más de siete horas a su lado. He ido desahogándome con chistes aparentemente inofensivos o con frases pasivo-agresivas, así que no los han sentido demasiado fuerte, pero ahora que ya estamos en el hotel, mi paciencia está como la temperatura, bajo cero. Empiezo a ser más conchudo, callado y quejón, pero nada de eso lo tomo como una actitud negativa, pues es mi manera de ir deshaciéndome de la creciente presión interna. Si no actuara de esta manera, lo más seguro es que comience a ser más molesto, egoísta e incluso malcriado, límites que no quiero cruzar pero que cruzaré si mis nervios no disminuyen.
En este momento necesito soledad, necesito silencio, tranquilidad, paz. Estoy harto de la gente que me rodea, solo quiero alejarme cuanto antes y ser libre. Ya dependen demasiado en mí en cuestiones de comunicación, lo referido a hablar en inglés o a entender ciertas cosas, así que el peso sobre mi espalda es más difícil de llevar de lo que parece. No sé qué pasará las siguientes veinticuatro horas, pero ya puedo prever que no serán muy alegres. Todo esto es un asco.
Después del desayuno comencé a andar solo, me fui hasta una tienda para comprar mi almuerzo, lo preparé en el lobby y cuando quise entrar al cuarto no había nadie y yo había olvidado mi llave, por lo que tuve que esperar afuera, hasta que las chicas del cuadro contiguo me dejaron entrar al suyo. Ya desde ese momento tenía la impresión de que las cosas no saldrían del todo bien.
Una vez que llegaron mis dos compañeros de cuarto (el tercero había salido temprano al trabajo) pude entrar, sacar mi celular y llamar a mi abuela y a Ale, mi ángel de la guarda. Fueron los diez minutos más relajantes y alegres del día, podría decirse, y lo que vino después fue una enorme caída. Minutos más tarde era recogido en una camioneta y llevado al trabajo, la especie de restaurante múltiple con cuatro tiendas, Starbucks, Burger King, y las dos en las que trabajé con dos compañeros, Hershey’s y Doggery.
Quise parecer animado al llegar, tal vez para dar una impresión de chico trabajador, ávido por trabajar y empeñoso, pero no podía, ya me sentía bastante cansado. Una de las señoras que ya trabajaba allí nos hizo un recorrido y nos fue enseñando cómo preparar las salchichas, y cómo servir las malteadas y helados. Una hora después, una chica llamada Hilary fue quien continuó con el entrenamiento. Era bastante animosa y extrovertida, pero, al notar que hacíamos demasiadas preguntas y aprendíamos muy lento, se fue cansando de repetir las instrucciones.
Más adelante llegó nuestro descanso de media hora, el momento cuasi-cúspide de este asqueroso día. Otra de las señoras encargadas, una bruja encarnada, nos trató como basura cuando intercambiábamos nuestros cupones de ocho dólares por alguno de los productos de Burger King. A mí en particular me trató mal, lo que casi ocasiona que reventase, pues me molestó muchísimo que tuviera esa actitud de “yo soy americana y, por ende superior; y ustedes unos sudamericanos que no son más que animales”. En lugar de amedrentarme y pensar como mis compañeros, tratar de evitarla o desear no volver a tratarla, me dije que haría lo posible por volver a hablar con ella y, de tratarme igual o peor, respondería a todas sus palabras. Realmente no estoy aquí para ser insultado de ninguna manera.
Estuve casi siete horas trabajando, una experiencia que no había tenido antes y que, honestamente, no quiero tener nuevamente. Lamentablemente, es mi obligación por los siguientes meses, y lo seguiré haciendo, pero me siento poco satisfecho con las labores que me han dado, me siento subestimado. Por otro lado, personas de mi grupo que no hablan ni la mitad de inglés que yo han recibido mejores puestos, no mejor pagados, pero más entretenidos o desafiantes. Mi meta es trabajar en Starbucks, el puesto más difícil y, posiblemente, más codiciado. Haré lo que sea por conseguirlo.
Lo peor del día ha sido “soportar a mis compañeros”, pasar más de siete horas a su lado. He ido desahogándome con chistes aparentemente inofensivos o con frases pasivo-agresivas, así que no los han sentido demasiado fuerte, pero ahora que ya estamos en el hotel, mi paciencia está como la temperatura, bajo cero. Empiezo a ser más conchudo, callado y quejón, pero nada de eso lo tomo como una actitud negativa, pues es mi manera de ir deshaciéndome de la creciente presión interna. Si no actuara de esta manera, lo más seguro es que comience a ser más molesto, egoísta e incluso malcriado, límites que no quiero cruzar pero que cruzaré si mis nervios no disminuyen.
En este momento necesito soledad, necesito silencio, tranquilidad, paz. Estoy harto de la gente que me rodea, solo quiero alejarme cuanto antes y ser libre. Ya dependen demasiado en mí en cuestiones de comunicación, lo referido a hablar en inglés o a entender ciertas cosas, así que el peso sobre mi espalda es más difícil de llevar de lo que parece. No sé qué pasará las siguientes veinticuatro horas, pero ya puedo prever que no serán muy alegres. Todo esto es un asco.
1 comentario:
ánimo.
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