sábado, 13 de diciembre de 2008

El día de las 48 horas


Sometimes I don't speak right
But did I know what I was talking about
I know you're working for the CIA
They wouldn't have you in the mafia

-- Why can’t we be friends?, de Smash Mouth


Hablando de experiencias nuevas y cambios de vida, los últimos dos días podría resumirlos así. No niego que estoy cansado, agotadísimo, pero de ninguna manera aburrido. El título del post más hace alusión al jueves y al viernes, los cuales me parecieron un largo día en lugar de dos, pues apenas dormí 3 horas desde que desperté el jueves a las 7 de la mañana; llegué a una cama el viernes a las 11 de la noche.

Una de las empleadoras me recogió del aeropuerto a las 5 de la tarde después de haberme perdido buscando mis maletas y de creer que nadie iría por mí, pues mi vuelo se retrasó más de una hora. El camino al trabajo resultó ser más emocionante de lo que pensé, pues la hora y media que pasó entre salir del aeropuerto y llegar a la tienda pude ver cómo nevaba, algo que jamás había vivido. A pesar de ser las 5, ya casi había anochecido, lo cual me impresionó muchísimo, y quedé maravillado con los copos de nieve que parecían venir hacia nosotros mientras avanzábamos en la camioneta, especialmente cuando pasábamos por debajo de los faroles; la experiencia es indescriptible (o descriptible en demasiadas palabras, al menos por mí; intentaré grabarlo y lo pondré aquí).

En el momento que puse pie en la tienda, todo el cansancio acumulado del viaje pareció irse con el helado viento invernal, y me emocioné muchísimo. La empleadora me presentó a una serie de personas bastante amigables que trabajan en los distintos establecimientos de comida y bebida, aunque todavía me cuesta trabajo recordar sus nombres. Me dio instrucciones rápidas sobre mis horarios y después me llevó al hotel en el que me hospedaría hasta recibir noticia de su parte el martes (o el lunes… estoy algo perdido con eso).

Me llevé una sorpresa al llegar al cuarto del hotel, la cual fue que tendría que compartirlo con tres chicas hasta que mis amigos llegaran y me mudara con ellos a otro cuarto el domingo. Por mi lado no tenía ningún problema, excepto el de acomodarme en un cuarto con solo dos camas dobles y de compartir un solo baño; sabía que más inconvenientes los tendrían ellas que yo. Al final la repartición de camas duró pocos minutos: ellas dormirían juntas en una cama y yo por mi cuenta en la otra.

El día siguiente, es decir hoy, desperté algo tarde, salí con las chicas a tomar un desayuno tardío que más pareció un almuerzo, y fuimos a comprar comida y, en mi caso, un poco de ropa de invierno. Poco a poco he ido acostumbrándome al clima, al idioma y a vivir con desconocidas con las que voy familiarizándome, así como haciendo a un lado los nervios paulatinamente y aprendiendo a depender de mí mismo.

Es posible que los próximos días empiece a ser un poco más descriptivo y menos reflexivo con los posts, pero haré lo posible por volver a lo anterior y salpicarlo con descripciones del día a día para no perder la costumbre. Intentaré poner fotos también.

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