viernes, 12 de diciembre de 2008

La caja del terror


Have you run your fingers down the wall
And have you felt your neck skin crawl
When youre searching for the light?

-- Fear of the dark, de Iron Maiden
De cierta manera había olvidado lo que se siente volar en avión, pero hay algunas partes características de los vuelos que no se olvidan así de fácil. No me pongo nervioso ni nada parecido, pero sí suelo tener pensamientos un tanto negativos, como que cabe la posibilidad de que el avión explote en pleno vuelo, de que alguna tormenta eléctrica cause turbulencia mientras volamos por el océano y nos obligue a aterrizar forzosamente; ese tipo de cosas.

Por lo general tiendo a exagerar las cosas un poco, quizás porque de esa manera me preparo de sobremanera para cualquier problema que sí suceda y que posiblemente no sea tan desastroso como los que imagino. Así no me afecta tanto y puedo sobrellevarlo un tanto más preparado y con menos nerviosismo.

La única parte que realmente me incomoda y me hace apoyarme contra el asiento del avión es cuando está a punto de despegar y comienza a acelerar, lo que ocasiona que todo el vehículo vibre y que se genere un sonido fuerte (no muy fuerte) atemorizador. Una vez que se pasa esta parte, el resto es como dormir sobre las nubes, aunque, tomando esta metáfora un poco más literal, me es casi imposible dormir cómodamente en un avión. Finalmente, en el momento del aterrizaje, vuelvo a coger mi asiento, pues se da una situación parecida a la que expliqué con respecto al despegue.

En este momento estoy en el aeropuerto de Miami, después de haber hecho demasiadas filas, pasado por controles que solo alimentan mi idea de que viajar a otros países se ha vuelto cada vez más complicado, trabajoso y extremadamente agotador. No mucha gente me mira raro, tal vez porque este estado aún acostumbra toparse con el peruano común; en todo caso, lo que me extraña es que personas que escucho que hablan español, gente que trabaja en el aeropuerto, me hablan en inglés. ¿Ofendido? Solo un poquito.

La enseñanza que puedo sacar hasta el momento, o al menos la que más grabada está en mi cabeza es que por estos lares la gente vive con miedo. Reglas, prohibiciones, multas, y demás, por todas partes, limitan a las personas en su actuar. Lo más ridículo que he vivido este día, hasta ahora, es haberme tenido que sacar los zapatos, la casaca y el cinturón para probar que no llevo armas, que no soy terrorista. ¿Miedo? No, probablemente terror. Ya se verá.


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